GALPON C & A: GALLOS DE PELEA - GALLOS DE COMBATE
  Crónica sobre el Gallo Navajero Peruano II
 
A GOLPE DE NAVAJA II
REVISTA ORGULLO DEL PERÚ
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Crónica sobre el Gallo Navajero Peruano, una raza que congrega a miles de devotos alrededor de la centenaria afición de ver quién mata y quién muere en buena lid.
Texto: Martín Higa
Fotos: Arturo Casalino

Valentino

Los apostadores saben que la suerte no existe. Las cosas siempre ocurren porque hay una confluencia de probabilidades, de factores, que lo permiten así, y Valentino –el gallo insignia de la crianza reciente– es un caso ejemplar

. Don Fernando Graña Elizalde, gran criador de Huaral, acababa de fallecer y su viuda, consciente de que el arte gallero requiere pasión y paciencia, regala los ejemplares de la línea Graña a amigos de la familia que reunen esas características.

Y entre otros animales de su cría a Belisario de las Casas le tocó la gallina FG 468.“Esta gallina 468, según Don Roberto Kuan,  era la “mejor gallina” del Perú según él decía y la ponderó a la semana de fallecido el señor Graña, yendo de visita a mi criadero y viéndola allí, ante ese halago, yo se la regalé a Don Roberto. 
El señor Kuan le sacó cría con su gallo RK THAMBERLAND y de esa camada me regaló una polla: la RK 1313, que era muy bonita y fue la madre de mi gallo BC VALENTINO,
(Con mi gallo BC Cáliz) el cual ganó el concurso de exhibición logrando el título en dos finales seguidas de la Asociación, 90 y 91, un hecho sin precedentes en la historia, dado que, a ese nivel de competencia, campeón y subcampeón suelen morir uno inmediatamente después del otro.  Valentino nunca murió en la cancha.  Lo retiré para que descansara hasta el final de sus días. Sólo le cortaron el pico de un navajazo, pero eso ya no importaba mucho luego de ser dos veces Campeón de Campeones Nacional”, recuerda de las Casas.
Por esta hazaña, Belisario de las Casas, le puso al coliseo que construyó el nombre de su gallo Valentino. 
Luego vendió el coliseo a la Asociación ya bautizado con el nombre de “Valentino”.

 

En secreto
¿Qué distingue a las peleas de gallos de navaja del Perú de sus pares de México, Centroamérica y el Caribe, las principales plazas de la actividad en el mundo? Además de que las apuestas son astronómicas y se monetiza el oficio (los dominicanos reparten premios de un 1 millón de dólares por encuentro, por ejemplo), existe un clima aséptico que desmitifica las peleas en sí mismas: los gallos sólo rivalizan con ejemplares de exactamente el mismo peso, ni un gramo más, como si fueran boxeadores pasteurizados.

gallo de tapada


El Gallo Navajero Peruano, en cambio, es el único en el mundo que admite la modalidad de “tapada”. Es decir, nadie sabe, ni el criador contrario ni el juez, cuánto pesa, cuál será su arma ni qué virtudes o debilidades posee el gallo. Por eso el ave baja a la cancha tapado literalmente con una manta bordada con la insignia del criador y bajo la efigie del santo que protege a la camada. Cuando el preparador descubre al gallo, es una sorpresa verlo por primera vez, lo que añade un componente casi mágico al evento.
“La del Perú es la mejor raza por su relación peso-potencia-velocidad –añade De las Casas y lo grafica con otra anécdota–. Hace unos años vino Excel Bixler, un criador mexicano de primer nivel, y se llevó 10 gallitos peruanos, con navajas chicas. Los enfrentó con gallos americanos y ganó 1 millón de dólares. Luego regresó agradecido y repartió una parte del premio entre los criadores que lo había ayudado”.
Una frase es común en todas las canchas y galpones nacionales: “Los gallos siempre necesitan suerte”, lo que es cierto, aunque más lo es la sentencia poética del gran criador Fito Matellini: “Los gallos buenos nunca pierden, mueren”. Con esta divisa, todo gallero peruano que se precie de serlo trabaja pensando en la pelea de mañana. Lo sabían y saben bien criadores como Alfredo Elías, Luis Dibós, Luis Camino, Ernesto y Miguel Grimaldi, Óscar del Corral, Hugo Maguil, Manuel Barnechea, Orestes y Abraham Wong, Guillermo Unzueta, Salvador Gubbins, José Luis Pérez y el clan entero de los González Vigil, continuadores de la casta de Sandia. Afortunadamente, una nueva generación de galleros ha llegado con fuerza a las canchas para renovar y fortalecer la tradición.


Amarre y careo
Oficios como el de preparador, amarrador o careador poseen una cuota importante del crédito de la crianza. El primero de ellos es el entrenador, el que somete al ave a estrés físico, el que los ve nacer y también morir. El amarrador carga la responsabilidad de dotar al gallo del nudo perfecto que sostenga la navaja y aguante la presión del rival.

Y el careador es el personaje clave, es el confidente y motivador del gallo durante sus últimos minutos de vida, el que lo coloca cara a cara delante del retador, el que lo recoge cuando se enreda, el que lo toca y activa para que exprese bravura y temple, el que a golpe de vista detecta las heridas del contrario y sobre todo las propias para saber cuánto podrá durar. También es el rol más grave: si el careador no saber recoger ni posar al gallo, puede recibir un corte profundo en la mano o perderla por completo, como el propio De las Casas atestigua: “La única vez que fui careador, el gallo me cortó la mano y ya ves, tengo esta cicatriz con los 18 puntos de sutura”.
El huaralino Carlos Chang hijo, célebre careador y también fabricante de navajas, indica que el acero inoxidable sueco tipo Bohler es la única materia prima para las hojas punzocortantes. “El acero ha evolucionado y la ha convertido en una herramienta sumamente peligrosa. Tiene filo, contrafilo y punta: por los tres lados”, afirma Chang, cuyo padre, apodado “El Zorro”, fue un amarrador de leyenda, al igual que Alfredo “Serrano” Grimaldi. En tanto que Antonio “Cometa” Belmont, Vicente “Rompequincha” Velarde, César Flores, Alejandro Joya (de Cañete), Nami Román (de Chincha) y el también criador José Yonezawa (Huaral) también comparten la ciencia exacta del buen careador. Mención especial merece don Dionisio Jiménez, quien en los 50 obtuvo el calificativo de mejor artesano navajero de todos los tiempos.


El error de Chabuca
Ten fe en mi casta, gallero/ que soy de buena nidada/ deja ya de acariciarme/ y quítame, gallero, trabas”. Así compuso la genial Chabuca Granda el no menos genial vals que evoca el arte de las sesiones de navaja, luego de que, en el coliseo de Camacho, los criadores Carlos Parodi, Carlos Gonzales Byrne y Belisario de las Casas le dieran una lección integral.
El único problema fue el título elegido para la canción: Gallo Camarón. “Fue un error tremendo de Chabuca, porque el gallo camarón es el gallo malo, el que se corre, el que no quiere pelear y se echa pa’trás, es la vergüenza máxima de todo criador. Antiguamente se utilizaba como trampa y algunos apostaban en contra para ganar plata fácil”, rememora De las Casas, quien luego le hizo la observación a Chabuca, pero el sencillo ya se escuchaba en todas partes.

“En este negocio lo que importa es la casta, la bravura, el pleito y la belleza. En ese orden. Por eso cuando toca un camarón no queda otra que comerse a toda la familia del mal gallo: a la mamá, a los hijos, a los hermanos, hasta a la abuelita. Se tiene que borrar la estirpe dañada y en eso debemos ser bastante exigentes”, agrega.


“Es difícil entender la idiosincrasia de esta nación sin considerar la crianza del Gallo Navajero Peruano”

 
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